Los flancos alargados norte y sur se orientan sobre sendas depresiones recorridas por el río Chico o arroyo Grajal al sur y el arroyo de los Pozos al norte. Todo el terreno desciende hacia el oeste en dirección al río y más acusadamente en su parte occidental. A pesar de que sus flancos coinciden con cornisas laterales, el recinto al presentar una marcada forma rectangular no se adapta al terreno, como sí solían hacer la mayoría de las murallas medievales.
Los primeros datos ciertos son de época romana, aun que posteriormente no sufrió grandes variaciones hasta la invasión árabe, momento durante el que pasó siete veces sucesivas a poder de árabes y cristianos, hasta su reconquista definitiva en el s. XII, cambiando también de nombre: Obila, Abula, Abela...
Tras trescientos años de enfrentamiento entre los reinos cristianos del norte y los musulmanes de Al-Andalus, el reinado de Alfonso VI resultó especialmente significativo: los ejércitos cristianos ganaron definitivamente importantes ciudades al sur del Duero, como Salamanca, Ávila, Segovia o Toledo. Fue en el año 1085 cuando Alfonso VI entró en Toledo y decidió repoblar los territorios al norte del Duero para asegurar el mantenimiento de sus conquistas. Hacia Ávila se encaminó don Raimundo de Borgoña, yerno del rey, junto con una numerosa hueste que acometió la reconstrucción de la ciudad, la repobló y la amplió hacia el oeste, sobrepasando los límites de la ciudad romana. Desde este momento Ávila se convierte en punto fundamental en la reconquista y se le otorga su carácter de ciudad fortaleza, defendida por nobles cuyos palacios estaban adosados a la muralla. Poco a poco la urbe se fue enriqueciendo hasta llegar a su período de esplendor, el siglo XVI.
Según Alfonso VII, la ciudad fue conocida como Ávila del Rey por la defensa de los legítimos derechos del trono ante la amenaza de ocupación de Alfonso el Batallador y posteriormente con Alfonso VIII, fue Ávila de los Leales y la hija de Hércules.
La historia a través del plano
La configuración de la ciudad queda perfectamente reflejada en la representación de Ávila de Van den Wyangaerde del siglo XVI, realizada desde el cerro de San Mateo. En ella se aprecia la gran vitalidad de los arrabales extramuros, que se organizaban en torno al Adaja. En el lado sur de la ciudad, destacando sobre la muralla, se elevaban los volúmenes de las iglesias y las casas fuerte coronadas por la catedral.
La mitad superior del recinto y el arrabal oriental constituían el centro de la ciudad, mientras que el resto estaba mucho menos poblado, salvo el arrabal de Santiago.
Después de esa primera imagen de Ávila pasaron varios siglos sin apenas representaciones, hasta que en el siglo XIX comenzaron a proliferar los dibujos y grabados de Ávila y sus monumentos, casi siempre recurriendo a las murallas, cuya estampa no podía pasar desapercibida. Entre los artistas que representaron la ciudad destacan Francisco de Paula Van Halen, el pionero más destacado y prolífico de los grabadores abulenses, Parcerisa que en 1864 reflejó escenas urbanas con gran maestría y Hotlein, en 1875.
Sin embargo, en el siglo XIX, la ciudad vivía de las glorias de su pasado, e incluso Pascual Madoz en 1845, la describió como arruinada y tenebrosa. Posteriormente la ciudad renació por completo y hoy, es una de las mayores joyas culturales de España.
Autor: Texto tomado de JUAN LUIS DE LAS RIVAS (Coord.), INÉS CIEZA, JAVIER ENCINAS Y ESTHER FERNÁNDEZ. Atlas de conjuntos históricos de Castilla y León. Junta de Castilla y León. 2009.
Fuente: Dirección General de Patrimonio Cultural
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