El origen de Alba de Tormes se sitúa en la alta Edad Media, en el momento de la «repoblación cristiana», del siglo IX. En 1140, Alfonso VII otorgaba carta-puebla o fuero a los pobladores de la localidad, lo que dio lugar a la creación del concejo como institución política encargada de la administración local y del territorio concedido a la villa, dependiente directamente de la monarquía, que tiene como consecuencia además de un mercado semanal, otra serie de derechos personales y políticos, en concreto la creación de un espacio urbano.
Un elemento caracterizador de la Alba medieval es su muralla, cuya existencia conocemos desde principios del siglo XIV. Fernando IV cerca la villa en 1312. La ubicación de Alba de Tormes, en la frontera entre los reinos de León y Castilla, la convierte en una plaza de enorme valor estratégico, hasta la unificación de estos reinos, momento en el que pierde este carácter. Se desconoce el trazado original de esta muralla, pero se sabe que a finales del XV se organiza desde el alcázar hasta el palacio ducal, ya bajo-medieval. El paso del realengo al señorío particular y el crecimiento demográfico de la localidad, impulsaron la ampliación de la muralla hasta la traza conocida. Será al filo del 1500 cuando se amplíe la fortificación, dotándola de un carácter palaciego.
Otro elemento clave es el puente, de origen desconocido y de factura medieval, que debe ser anterior al siglo XIII. Según informa Madoz, el puente de piedra tiene 26 arcos, dos los volaron los ingleses en la Guerra de la Independencia y fueron reedificados posteriormente. En el dibujo de Wyngaerde el puente sólo tiene 25 arcos. La judería, tan antigua como la propia villa, debió ser importante sobre todo en el siglo XV.
La organización parroquial fue fundamental en la configuración de la trama urbana. En torno a las parroquias, presididas por iglesias románico mudéjares, se abrieron plazas y a partir de ellas se trazaron las calles de la villa medieval. Además, en la villa se llevaron a cabo otro tipo de construcciones importantes, como la alhóndiga en 1531.
La mayor transformación urbanística de Alba se produce en el siglo XVI, con la construcción de edificios religiosos que transforman la fisonomía urbana: La construcción en las afueras del Monasterio de San Lorenzo y la instalación de los Jerónimos en 1429, una orden que contaba entre las preferidas de la alta nobleza castellana. La Guerra de la Independencia y las desamortizaciones provocaron parcialmente su ruina, recuperándose a mediados del siglo XX por los Padres Reparadores. Otro monasterio extramuros, era el monasterio benedictino femenino de Santa María de las Dueñas, trasladado en 1779 al interior del casco urbano. Destacan también el Convento de Santa Isabel, fundado en 1481 o el Convento de las Descalzas o las Madres, fundado por la propia Santa Teresa en 1571, y lugar donde muere en 1582, y el de los Padres Carmelitas o los Padres, de factura propiamente barroca, de mediados del XVII, y que configuran en la actualidad un espacio monumental de gran interés patrimonial.
El siglo XVIII supone el inicio de la decadencia de Alba de Tormes. La desamortización y sobre todo la disolución del régimen señorial que desactivaba la única fuente de patrocinio constante desde la Edad Media, la Casa Ducal, provocan un proceso de decadencia, que tiene su máximo alcance con la Guerra de la Independencia.
La Guerra de la Independencia afecta sustancialmente a la villa, sobre todo a sus murallas. La Batalla de Alba de 1809, supone una derrota frente a los franceses quienes, tomada la villa, reforzarán el castillo con algunas obras. En 1812, tras la derrota de Los Arapiles, los franceses huyen por el puente, y cuando unos meses después tratan de tomar la villa, se encuentran con una heroica resistencia de las tropas aliadas, que tiene como resultado importantes daños en San Jerónimo y la voladura de dos de los arcos del puente. Posiblemente todo ello acabara con buena parte del recinto murado y especialmente de la zona del antiguo alcázar y del castillo. El palacio ducal, aunque muy dañado, se mantiene en pie.
Tras la construcción de los conventos carmelitas, no hay constancia de modificaciones importantes en la trama urbana de Alba, a excepción del proyecto inconcluso de construcción de la basílica de Santa Teresa a finales del siglo XIX por iniciativa del Padre Cámara. De hecho, es la trama urbana la característica más singular del caserío albense, aunque no tenga siempre una correspondencia en las tipologías constructivas. En la actualidad, la mayor parte del núcleo conserva la trama antigua, aunque ha desaparecido en algunos puntos. No obstante, el conjunto mantiene espacios urbanos de alto valor patrimonial como el conjunto formado por la plaza mayor y la plaza de Santa Teresa y su entorno próximo.
Encontramos gran variedad tipológica entre la edificación singular, con predominio de la edificación religiosa, entre la que encontramos monumentos declarados de interés cultural como el Monasterio de San Leonardo, el Convento de las Carmelitas, la Iglesia de San Juan, la Iglesia de Santiago y el convento de las Madres Isabeles. Asimismo, el conjunto conserva interesantes ejemplo de arquitectura civil, como el Palacio Ducal, el Ayuntamiento, la Alhóndiga, el Pozo de la Nieve y el colegio público de Santa Teresa de Jesús, ejemplo de arquitectura racionalista educacional de ladrillo propia del primer tercio del siglo XX, así como una representación de edificaciones modernistas en torno a la plaza mayor. Además el conjunto conserva, algunos interesantes ejemplos de arquitectura popular.
Fuente: Dirección General de Patrimonio Cultural
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